sábado, 26 de julio de 2014

Paul Benjamin (Paul Auster). Jugada de presión.


Al llegar la primavera, vi que me estaba refugiando en la infancia, que trataba de poner un poco de orden en mi mundo sumergiéndome en una época en la que la vida aún parecía llena de esperanzas. Una de las cosas que empezaron a interesarme de nuevo fue el béisbol... Estaba esperando la ocasión, preparándome para abandonar el barco.
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Chapman era un ídolo casi demasiado perfecto. Alto y bien parecido, siempre hablaba abiertamente con la prensa, nunca negaba autógrafos a los niños. Además, había estudiado Historia en Dartmouth, tenía una mujer bella y refinada y hacía otras cosas aparte de jugar al béisbol. No era el tipo que se espera ver en un anuncio de desodorante.
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...Colgué con chinchetas una gran reproducción de La torre de Babel de Brueghel, regalo de la librería de mi barrio por cada compra de dos libros... La pintura muestra la torre inacabada que se eleva hacia el cielo y una multitud de diminutos obreros y animales, afanados en la construcción del monumento más colosal que jamás se erigiese a la presunción humana. Nunca dejaba de recordarme Nueva York, y me ayudaba a tener presente que el sudor y el esfuerzo siempre acaban en nada. Era mi forma de mirar las cosas con cierta perspectiva.

Philip K. Dick. El hombre en el castillo.


No comprendían, sobre todo, el desamparo del hombre. Soy débil, pequeño, una entidad insignificante en la vastedad del universo. El universo no advierte mi presencia, soy invisible. ¿Y por qué corregir esa situación? Los dioses destruyen todo lo que ven. Si uno admite la propia pequeñez escapa a los celos de los grandes.